domingo, 30 de diciembre de 2012

Good night and good luck

Parece que hayan pasado más de 12 meses desde aquel Enero que parecía el más triste de de la historia, y qué buena sensación poder echar la vista atrás y pensar en el giro que ha dado todo desde entonces.
¿Quién me ha robado el mes de Abril? preguntaba Sabina. Yo se lo regalaría al ladrón. Borraría Abril si pudiera. Borraría los golpes de Abril porque dolieron por todo el año. La decepción de Abril.
La memoria que se llevó la vida, dejando un sitio vacío en la mesa los domingos que me ha pesado demasiado esta navidad. Me salvaron algunas canciones y algunas personas. Me salvaron los ángeles que desde siempre lo habían hecho y los que se sientan a tomar café en el mítico bar de siempre. Me salvaron un 20 de Abril del 90 y unos cuantos versos de Extremoduro de camino a Berlín, tres semanas de We are young en Malta, Summer Paradise en Punta Cana, y grandes dósis diarias de Andrés Suárez, Ismael Serrano y Quique González entre las cuatro paredes de mi mundo. Me salvaron muchas conversaciones de madrugada entre alguna que otra copa de más y sonrisa de menos.
Gracias a este año, sé que no importa lo mucho que algo duela, siempre va a llegar otro algo que duela más. Pero hasta del agujero más siniestro, oscuro y profundo se sale. Os lo digo yo, que he vivido en mi infierno personal unos cuantos meses. Y después de lo mucho que pueda patearte la vida en el culo, echas la vista atrás y aprecias que eres de esa clase de personas capaces de ganarle la batalla al invierno, y sobre todo, te das cuenta de que no era para tanto. Después de derramar miles de lágrimas en noches donde las botellas se acababan demasiado rápido, y largas semanas con sabor a domingo, llegó la mejor noche de mi vida número cien, como la canción exacta en el momento preciso, llegó un 'las cosas son siempre al contrario de lo que piensas' y un I'll try to fix you, llegaron las once de la noche mojadas de lluvia a principios de Noviembre, y un beso donde tanto las ganas y el miedo se habían acumulado durante unos cuantos meses. Había pasado un verano diferente, aviones, playas, gente nueva que se gana un hueco en tu corazón, y los de siempre que no te olvidan por mucha distancia que exista entre vosotros y por mucho que necesites un poco de sur, para, como decía aquel anuncio, poder ver el norte. Llegó un piso con tres habitaciones en la ciudad de cristal que tantos veranos me había visto crecer, y su sonrisa adornando mis mañanas. Habíamos superado todos los obstáculos del camino, lo peor había pasado, y sabía que viniera lo que viniera ahora, estaríamos juntos en ello. Me da escalofríos pensar que hubiera pasado si me hubiera rendido.
Gracias a este año, he aprendido que la distancia no la hacen los kilómetros, sino las personas. Que incluso en distintos países puedes sentir cerca a tus princesas, y más aún, a tu pequeña estrella fugaz particular, a tu superhermana, la que siempre le ha enseñado los dientes al mundo contigo; siempre sin frenos, siempre con ganas, aún estando rotas por dentro. Que 700 km no significan nada cuando al señalar Toledo en un mapa piensas en la rubia con la sonrisa más bonita de todas. Que todos los que me despidieron hace unos meses cuando decidí desaparecer durante tres semanas, siguen esperándome cada viernes en el bar de siempre. Que eso de que una relación a distancia nunca funciona lo dicen los cobardes, los que no tienen ni idea de que los abrazos de después de echar tanto, tanto, de menos son de las mejores sensaciones que me ha podido regalar este año. Gracias a estos doce meses he aprendido que no creo que nunca nadie me sepa tan bien como él, de sabor, y de saber.
Ahora pienso en todas esas noches fáciles que acabaron con amaneceres difíciles... Son muchos los días que me he llagado a sentir sola este año, aunque cuando apretó el frío, siempre he contado con alguien que me apretara la mano. Hace semanas que decidí empezar de cero, y ahora me sobran dedos para contar dichos días, superando así una de mis peores pesadillas. Superando el miedo a tener miedo. Dejando de ser la chica triste que te buscaba todas las noches, encontrándote ahora recorriendo mi espalda.
Ha sido un año para reinventarme y sobre todo para aprender. Pero también sé, que después de tanto cambiar acabaremos siendo los mismos; que después de tanto caminar acabaremos siempre en el mismo sitio. Y mi sitio está aquí. Rodeada de las mejores personas que he conocido nunca. En este habitación donde escribo sobre la mejor cama del mundo...
La vida nos regala un año nuevo. Un año en blanco. Como si fuera un cuaderno nuevo que estrenas el primer día de clase. Y es el momento de llenarlo página a página. Aunque a veces cueste creerlo, vale la pena intentarlo. Un año para no pensar en lo que falta sino en lo que hay, y que esas sean nuestras razones para estar. Todavía tenemos mucho por lo que luchar y nos quedan todos los sueños del mundo por cumplir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario