sábado, 17 de marzo de 2012

"Éramos como dos desconocidos que se conocen muy bien."

Ya no está, se ha ido. Se fue entre las dudas de seguir luchando hasta el último momento por que se quedase, cuando ya casi todo estaba perdido, o mantener un silencio tras la última despedida. Este silencio era en su mayor parte orgullo, y venció. Ahora estoy sola. La primavera llega y yo aquí, entre tanto frío de soledad. Parece que no acabo de acostumbrarme, y pensar que ese siempre ha sido mi "estado natural". Solo queda en mí la necesidad insatisfecha. He pensado en correr hacia él. Encontrarlo. Sentirme rescatada, como en casa. Gritarle las verdades que se me quedaron y se me quedan constantemente en la punta de la lengua. Sinceramente, no sé qué nombre ponerle a todo esto, pero lo quiero. Y ese es mi mayor problema. He llorado tanto... Llorar ha hecho que me de cuenta de cuánto significaba para mí, que era bastante más de lo que yo podía haber llegado a imaginarme. Había algo cuando me miraba, cuando pensaba en él, cuando contaba los minutos que faltaban para vernos... Verdaderamente, a riesgo de exagerar, puedo decir que se convirtió en mi canción favorita, una de esas canciones que estás seguro que por mucho que la escuches, no logrará cansarte, simplemente sabes que es así. Dios, ojalá pudierais conocer, o haceros una idea de algún rincón de su mente.
Por más que lo digo una y otra vez, no viene mal repetírmelo: tengo que pasar página. Basta ya de falsos intentos. El tiempo no va a permitirse el lujo de esperarme, de que me decida yo misma a dejar de esperar. Me encuentro en una estación, quiero irme lejos. ¿Podré avanzar sin mirar atrás? Debería intentarlo, no puedo recaer en el alcoholismo de sus besos, porque ya no están, ni van a estar. Solo quedan botellas vacías y cicatrices difusas, así como la exageración de la perdida. Como ya no lo tengo, siento que le necesito mucho más. Siempre funciona así. No sabes lo que tienes hasta que lo has perdido, típico y tópico, pero aún así una gran verdad.
No me siento capaz ni de mostrar indiferencia. Mira, a mí nunca me ha gustado eso de desnudarme en sentimientos, para nadie, pero él ha sido el único que consiguió que esto cambiase. Me habría pasado días diciéndole cuánto le quería. Igual ese ha sido mi problema, porque es cierto que lo mejor es querer poco, aún queriendo bien.
Siempre me ha gustado tener un caparazón en el corazón. Disfrutaba siendo la punta del iceberg que bajo el agua oculta la mayor parte de su existencia. ¿Las cosas hubiesen cambiado si hubiésemos vivido bajo la superficie? En momentos así recuerdo una frase del maestro Sabina: Los besos que perdí por no saber decir "te necesito". ¿Las cosas cambiarían si dijera todos los besos que nunca le dije? Fui, y soy mi propio verdugo.

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